Si quieres visitar y conocer el modo de vida de las tribus milenarias que se encuentran en Etiopía, debes tener en cuenta que, si no tomas precauciones durante la preparación de la aventura, puedes llevarte un pequeño chasco. Debido al incremento de turistas que, año tras año, se viene produciendo en este país, los poblados tribales se han convertido en una suerte de parque temático en el que los habitantes harán todo lo que esté a su alcance para sacarle algo de dinero al forastero. Esta es la crónica de mi experiencia…
Hace aproximadamente medio año, pasé tres meses viajando por Etiopía. Como la mayoría de personas que se acercan a este milenario país, no pude resistirme a practicar una pequeña inmersión en el mundo de las tribus etíopes, un universo que siempre me había fascinado. Estaba interesado sobre todo en la tribu de los Mursi, una población étnica de tradiciones ancestrales que habita el interior del Parque Nacional del Omo, en la zona sur del país. No obstante, no todo iba a ser tan idílico como parecía en un principio.
La entrada
Nada más llegar a la entrada del Parque (la mayoría de tribus etíopes tienen su hogar en el corazón de los parques naturales del país) debimos abonar una entrada y pagar su emolumento al guía que nos iba a dirigir a la población tribal Mursi. En este “paquete de viaje” obligatorio estaba incluido un militar que nos defendería, si fuera necesario, en caso de peligro.
Durante los días anteriores a la visita al poblado, estuvimos recabando información sobre experiencias de otros viajeros, de las que extrajimos que era muy importante que nos mostrásemos seguros en todo momento de lo que queríamos ver y que, sobre todo, nos negásemos a visitar cualquier “poblado” que estuviese al borde del camino. El entrecomillado tiene su justificación, ya que existen en Etiopía no pocos poblados construidos y preparados para que los turistas no tengan que molestarse en buscar la zona verdadera en la que vive la tribu.
La búsqueda
>Una vez pusimos rumbo hacia el hogar tribal de los Mursi, dejamos muy claro que no queríamos visitar ninguno de los poblados falsos que había ubicados junto a la carretera principal, sino que nos interesaba adentrarnos en el poblado original. Queríamos ver en primera persona las costumbres, las tradiciones y la forma de vida de sus habitantes. El guía nos miro con cara de admiración y nos aseguro que, debido a nuestra juventud, no quería engañarnos. ¡Estábamos pletóricos! ¡Nos llevaban al poblado real de la tribu de los Mursi!
Después de viajar durante más de una hora y dejar atrás los falsos poblados, nos desviamos del camino y, a través de una pista forestal en muy mal estado, llegamos a nuestra meta. Al fondo, una docena de cabañas de color marrón contrastaban con el verde de la frondosa vegetación que rodeaba el recinto. En el centro, un gigantesco árbol escudaba con su sombra a una decena de habitantes que combatían como podían las elevadas temperaturas del día.
Tras situarnos, nos recibió en persona el jefe de la tribu, quien nos pidió que le pagásemos una cuota para entrar en el poblado. El precio nos sorprendió por lo caro, ya que sobrepasaba el sueldo mensual medio de un etíope. Sin embargo, pagamos. Creíamos que la experiencia que viviríamos iba a ser inolvidable y difícil de repetir. El precio estaba justificado, o eso creíamos…
La decepción
Cuándo aún no hacia ni dos minutos que estábamos dentro del poblado, un grupo de mujeres se abalanzó sobre nosotros. Todas llevaban una extraña indumentaria que les protegía la cabeza, un plato que les atravesaba el labio inferior y una vestimenta bastante exótica. Ninguna de ellas hablaba inglés o, siquiera, el idioma oficial del país, el amárico. Ninguna de ellas se mostró receptiva a la hora de enseñarnos el poblado. Tampoco estaban interesadas en mantener una conversación de signos con unos forasteros… Entre empujones y disputas, nos pedían que les sacásemos fotos a cambio de un módico precio. No podíamos hacer nada más. No nos dejaban hacer nada más. Sólo fotos, fotos y más fotos…
Al cabo de un rato empezaron a llegar coches de turistas que, como nosotros, buscaban un poblado tribal verdadero. Al verlos, nos dimos cuenta que habíamos ido a parar a otro asentamiento “preparado”. Quizás era más grande, quizás parecía más original, quizás… Para nuestra frustración, era otro más de los asentamientos de “atrezzo” que han proliferado en Etiopía, no demasiado diferente a los que habíamos visto desde el coche.
Dada la experiencia que tuve hacia una de las tribus más famosas del planeta, os recomiendo que, si estáis interesados en los viajes a Etiopía y estáis dispuestos a conocer las tradiciones más exóticas y ancestrales, de las tribus etíopes, lo mejor es dejarse aconsejar por un experto en el destino y evitar caer en las redes de esta especie de parques temáticos tribales. Quizás no encontrareis las tribus más conocidas del país, pero sí que descubriréis poblados y culturas milenarias que os remitirán a los tiempos en los que la humanidad salía del cascarón… sin trampa ni cartón.
Si queréis vivir experiencias auténticas os recomendamos consultar todos los circuitos a Etiopía.