Hace escasas semanas que hemos vuelto de nuestro viaje a Islandia. Un viaje que sin duda ha merecido la pena, por sus contrastes, la gente y sus paisajes. Han sido bastantes los momentos que recordaremos durante mucho tiempo, pero uno de los más esperados por mi, era el acercarnos al famoso volcán en el glaciar Eyjafjallajökull.
Nuestra ruta hacia el Eyjafjallajökull empieza en Hveragerdi, a unos 40 kms al sureste de Reikjavik. Vamos a intentar llegar al glaciar por la cara norte. Tomamos la nacional n1 dirección a Hella, donde paramos a preguntar en la oficina de información de turismo. La chica que nos atiende, muy amablemente (como muchos de los islandeses con los que hemos tratado), lo primero que nos pregunta es si llevamos un 4×4. Le confirmamos que sí llevamos un todoterreno… pero “normal”.
Hay que aclarar que en Islandia los 4×4 suelen estar preparados para terrenos muy difíciles, con unas ruedas inmensas (algunas de más de un metro de diámetro!) y suspensiones elevadas. Claro, con eso ya se pueden cruzar montañas!
Conforme avanza la conversación, la chica de la oficina de información parece que nos quiere meter algo de miedo en el cuerpo, como si nos quisiera quitar la idea de la cabeza (probablemente fuese algo de, digamos, precaución): “Tenéis que tomar la carretera de grava F249. Son unos 26 kms en los que hay que cruzar unos cuantos ríos. Cuando lleguéis al río Krossa, girad a la derecha y no lo intentéis vadear porque os quedaréis atascados y probablemente vuestro 4×4 no salga”. La cara de la chica no parecía estar de broma y eso hace que mi ilusión por llegar lo más cerca del volcán Eyjafjallajökull (y tengo que decirlo, también por cruzar ríos con un 4×4), se convierta en un hormigueo interno un poco inquietante.
Aún así queremos intentarlo. Cuando lleguemos al primer río veremos si es “asequible” o no.
En el desvío de la carretera nacional n1, para tomar la carretera de grava 249 hacia la cara norte del Eyjafjallajökull, se encuentra la cascada Seljalandsfoss. Su imagen de lejos ya nos llama la atención.
Merece la pena disfrutar de sus vistas.
Después del paseo, seguimos camino ya por la carretera de grava 249, que luego continúa por la F249. La diferencia entre una carretera y otra, es que las carreteras marcadas con una F, son para vehículos 4×4. No pueden (o deben, por su bien) acceder vehículos normales. En esas carreteras no te cubre el seguro del coche, ni a los todoterrenos, por lo menos a los de alquiler. Más vale que no nos quedemos tirados, y menos en medio de un río…
Por fin llegamos al primer río. Paramos el coche, bajamos a inspeccionar el terreno y lo que podemos del río.
Volvemos al coche con la duda detrás de la oreja.
El asunto está bastante dudoso. Yo me imaginaba que tendríamos que cruzar algún río de un par de palmos, o poco más, de agua tranquila, transparente. Así como el típico río de postal. Pero lo que vemos es un río con una fuerza considerable, lleno de piedras, con agua que no permite ver el fondo. Hacemos lo que muchos otros turistas seguro que también han hecho: lanzar una piedra a la mitad del río a ver si ve o no. Lógicamente no se ve.
De momento decidimos quitar el coche del camino, apartarnos, y hacernos una foto de grupo.
Queremos cruzar. Nos fastidia irnos sin apenas podernos acercar a la cara norte del Eyjafjallajökull. De pronto vemos que llega otro 4×4, pero éste es de los que tienen ruedas como casas de grandes. Se para delante de nosotros. Lo conduce una señora que lleva el 4×4 lleno de bolsas de la compra del super. Claro, para los que viven allí esto de cruzar ríos es algo cotidiano. La señora, muy amable, nos pregunta si tenemos algún problema. “No, simplemente es que queremos saber si podremos cruzar con nuestro 4×4”. La señora mira nuestro 4×4 y tuerce la boca. ¡Empezamos bien! Nos dice que no lo sabe pero que miremos por dónde lo cruza ella, y veamos hasta donde llega el agua. La verdad es que le cubre buena parte de sus ruedas (de casi un metro de diámetro). Ya al otro lado del río saca la cabeza por la ventanilla y nos grita que lo crucemos, que nos espera, y si hubiera algún problema, nos saca nuestro 4×4 tirando con el suyo. Bueno, eso parece que es un alivio.
Ante su seguridad, nos montamos en nuestro todoterreno. Yo soy el que conduce y con los nervios en los puños me lanzo al río. Esos 4 segundos no abrimos ninguno la boca. Yo voy mirando al frente, y creo que Noelia, Pilar y Carlos, casi van con los ojos cerrados…
Pues sí, lo hemos cruzado. La adrenalina está a tope. Durante un rato seguimos a la amable señora y su gigantesco 4×4. Cruzamos otro río, esta vez más decididos. La señora nos espera. Seguimos el camino pero llegamos a uno bastante más caudaloso que los anteriores. La señora nos vuelve a esperar pero esta vez ninguno lo vemos nada claro. Creo que tenemos que pensarlo y como no queremos hacer esperar más a la amable señora, le hacemos un gesto para que siga su camino.
Mientras miramos al río con cara de frustración, llega otro 4×4. Esta vez más parecido al nuestro. Son un grupo de cinco amigos que también paran para observar el río. Mientras estamos debatiendo, llega de frente otro tercero. Esta vez es un Suzuki Jimmy, que para quien no sepa que vehículo es este, se puede decir que es de los todoterrenos más pequeños que hay en el mercado. Sin dudarlo, el conductor del Jimmy lo cruza a la vez que se nos queda mirando, y con una sonrisa en la cara y un gesto de manos nos viene a decir que somos unos “caguetas”.
“Si un Jimmy puede, nosotros también”. Es lo que debe pensar el grupo de cinco amigos, porque sin dudarlo se lanzan al río. Nosotros corremos a nuestro 4×4 para cruzarlo también.
Durante un rato nos vamos turnando el vadeo de ríos que nos encontramos por el camino (una vez cruzan ellos primero y otra vez lo cruzamos nosotros primero). Algunos con menos agua que otros.
La cosa se van poniendo cada vez más divertida y emocionante. Quizás sea porque los nervios se van relajando, o porque parece que nos lo hemos tomado como un juego entre el otro grupo y nosotros.
Pero de pronto llegamos a un río cuya anchura, unas tres o cuatro veces superior a cualquier de los que hemos cruzado anteriormente, nos intimida a todos. Creo que hemos llegado a nuestro fin. No sabemos por donde cruzarlo y la profundidad parece mayor que la de los otros.
A lo lejos se acerca un todoterreno de los de aquí con ruedas “extra grandes”. Al verlo cruzar el río, nos convencemos de que es mejor parar aquí, disfrutar del paisaje (al fondo ya se ve una lengua del glaciar Eyjafjallajökull) y conocer al otro grupo “de aventuras”. Resulta que son holandeses. Por un momento dudamos en tararearles lo de… ¡Waka waka eh, eh!
Para más información sobre este destino y más, puedes conocer nuestros circuitos a Islandia.
Buenos días,
En nuestro programa de radio que trata sobre el mundo del turismo tenemos una nueva sección para blogueros y nos encantaría contar con vuestra asistencia como invitados.
Espero tener pronto noticias vuestras si os interesa y os explico un poco más. Escribirme a paralelo20@idealmedia.es
Un abrazo y felicidades por la web, está preciosa!
[…] El impronunciable volcán islandés Eyjafjallajökull es el destino de naturaleza con el que nos sorprende Busco un viaje. […]
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