Se llamaba Rungu, no Okluma.
No sé si me tomaron el pelo pero, digamos, aquel cabecilla del poblado Masái me vaciló un rato.
Cuando vas a visitar un poblado Masái te enseñan su forma de vida, sus costumbres… También su forma de construir las casas, que, por cierto, cuando nos lo dijeron, no volví a tocar las paredes….
Sí, seguro que ahora estás pensando de qué estarán hechas las casas de los poblados Masái. Ya te lo digo… entre otros elementos, excrementos de vaca. Así que ahora, cuando estés visitando un poblado Masái, te pensarás dos veces si te apoyas en la pared mientras escuchas boquiabierto sus aventuras con los leones.
A lo que íbamos, los Masái viven en condiciones en las que dudo que tú, leyéndome tranquilamente detrás de una pantalla de 27 pulgadas, quisieras vivir.
Pero eso no significa que sean tontos. Sólo son sus costumbres. Y hay que respetarlas.
Y después de años de visitas de turistas, se han dado cuenta de que somos billetes con patas.
Y claro, si nos consiguen sacar unos cuantos billetes antes de irnos, pues fácil que alguno se ahorre tener que salir de caza para traer comida a casa.
Y eso hacen los Masái. Al final de la visita, a la salida del poblado, te pasean por la zona del “mercadillo” con sus souvenirs “Made in Mara”.
Y yo soy de los que les guste llevarse un recuerdo. Pero a ser posible algo más original.
Así que miré al tipo que parecía dirigir el cotarro allí. Vi que llevaba enganchado en la cintura de sus vestimentas a cuadros rojos y negros, un palo con uno de sus extremos en forma de bola.
Le pregunté y me dijo que era ornamental, aunque sus ancestros lo usaban para cazar leones. Eso me dijo. Yo me lo creí.
Igual a ti no te lo parece, pero a mi me pareció un recuerdo original.
Le dije que si me lo vendía. Parecía no entender la pregunta. Se lo volví a preguntar. Esta vez me entendió. Lo supe por su sonrisa pícara…
Creo recordar que me pidió como unos 30 dólares. Hala, ya te has pasado tres poblados (Masái), pensé yo. Le ofrecí 5 dólares y me los cogió más rápido que un rayo.
Le pregunté por el nombre de ese “palo”. Miró a sus amigotes que nos rodeaban y, con una gran sonrisa, también pícara, me dijo que se llama Okluma. O-K-L-U-M-A.
Me lo repitió varias veces. Y con una gran sonrisa. Entre sus amigotes.
Busca ahora ‘okluma’ en el buscador que ya conoces… Ni flores. Pero busca ‘Rungu’ en la Wikipedia. Ahí verás el palo que les compré.
El tipo al que le compré el palo me quiso vacilar un rato. Será ese el humor Masái.
También se lo pasaron muy bien cuando nos hacían saltar con los pies juntos. Y reconozco que yo también me eché mis buenas risas… ¿Por?
Tienes que saltar con ellos para saberlo.
Quizás tengas ocasión de comprobarlo en este viaje a Kenia.
Por cierto, ¿sabes de qué estaba embadurnado el Rungu que compré? De lo mismo que están hechas las paredes de sus casas. Sí, lo primero que hice al llegar por la noche a la habitación fue lavarlo lo mejor que pude. Hoy brilla reluciente en la pared de mi casa.
En Kenia te pueden pasar muchas cosas. Es una auténtica aventura de risas, emociones y, quizás, sustos.
Pero una aventura de verdad.
¿Dónde podrás vivir experiencias como la que te acabo de relatar? En uno de nuestras aventuras por Kenia seguro que acabas viviendo situaciones tan o más extraordinarias como la que te acabo de explicar. ¿Qué te parece el próximo viaje a Kenia que tenemos programado? ¡Solicita más información sin compromiso!