Ver los castillos del desierto. Aunque están muy derruidos, resulta impresionante ver estas construcciones en medio de zonas tan desoladas. Si hay que elegir sólo uno, que sea Kharraneh.
En Damasco, visitar la mezquita de los Omeyas o la tumba de Saladino y luego dedicar la tarde a regatear en los bazares o darse un baño turco en uno de sus numerosos baños públicos.
Ver una puesta de sol en el desierto de Wadi Rum es un verdadero placer. Este desierto es uno de los paisajes que hay que ver alguna vez en la vida. Lo habitual es adentrarse dentro de Wadi Rum con guías locales: te dejan en un lugar con vistas espectaculares y vuelven a recogerte cuando tú se lo pides.
Fotografiar las espectaculares ruinas de Palmira al amanecer o al atardecer. El conjunto arqueológico de Palmira era, antes de la guerra, el segundo más visitado, tras Petra, de todo Oriente Próximo.
Para los amantes de la historia bíblica, fundamental hacer una visita a Madaba y al monte Nebo.
Siria es un museo arqueológico inmenso. En otros tiempos, era posible alquilar un coche para poder contemplar el ingente legado romano, el nabateo y las fortalezas de cruzados como Krak de los Caballeros. El país es un dechado de vestigios históricos.
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