En un viaje a Almansa, el Castillo debe ser parada obligatoria. Ésta imponente edificación no deja indiferente al visitante. En sus piedras hay huellas de todas las culturas que han pasado por aquí, desde el Imperio Almohade (S. XIII). Vale la pena subir, no sólo para contemplar su bien conservada arquitectura, sino también por las vistas del pueblo y el valle.
Dar un paseo por el casco antiguo, visitando la Iglesia Arciprestal de la Asunción (Monumento Histórico-Artístico), el Palacio de los Condes de Cirat, la Plaza de san Agustín y el Convento de San Francisco.
Comer en alguno de sus restaurantes tradicionales, disfrutar de las recetas locales y probar alguno de los vinos de la comarca, con Denominación de Origen Almansa.
Presenciar las fiestas levantinas de Moros y Cristianos, que se celebran del 1 al 6 de mayo y que fueron declaradas de Interés Turístico Nacional. Especialmente interesante es la Embajada Mora Nocturna de la segunda noche, que tiene lugar en las escalinatas del Castillo.
Para quienes quieran aderezar su viaje con un poco de naturaleza, la Sierra de Almansa ofrece grandes parajes con visitas de interés arqueológico, como la ciudad ibérica de Meca.
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